Sentir la música en silencio, vivirla en riguroso directo, hacer que un piano muestre sus efímeros pero profundos sonidos bajo tus manos, mostrarle tu alma al instrumento y compartir antiguos sentimientos ya enterrados, cerrar los ojos para no dejar escapar las lágrimas más sinceras de ti mismo; tristeza, ravia, dolor, arrepentimiento, desesperanza... todo ello se magnifica y libera por un momento en un mundo de sensaciones y sentimientos, para luego volver y tener que encerrarlo todo en ti mismo; quedarme en ese mundo, habitarlo y ser su dueño es mi deseo.
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