Aquel al que le has dado todo sin recibir nada, y aun así sientes que debes darle más, aquel al que le has confiado tanto que ya no te queda mas de ti para nadie. Aquel que a sufrido y llorado en tu hombro mientras tu luchas desesperadamente, agotando la última gota de fuerza que te permite sostenerte en pie, y todo por arrancarle una sonrisa, esa sonrisa por la que ha merecido la pena tanta guerra. Aquel al que has ofrecido tu mano incondicional para levantarle en tantas caídas por el camino, o tirarte junto a él si una mano no es suficiente.
Solo hace falta un momento para romper ese fino hilo de la confianza, un solo segundo para arrancártelo cruelmente de tu inconsciente ser. Ahora ya no queda nada, solo un oscuro vacío con el que tú llenas de amargura. Esos reencuentros cálidos se han sustituido por miradas frías, ahora solo puedes ver su espalda, sus huellas van alejándose por delante de ti y la confianza es perturbada por el rencor; pero tú, con el alma encogida y sin encontrar explicación alguna, sigues en pie, luchando, derramando sudor, sangre y lágrimas por los dos, con la esperanza de no haberlo perdido todo aún. Es imposible canjear tantos momentos y aventuras vividas por dolor, no pretendes olvidar las risas pese a tus heridas y no quieres cambiar abrazos por indiferencia, no puedes...
Recapacita, despierta, y entiende; que es la forma que tiene la vida de dar lecciones.
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